El Obstáculo Al Evangelismo / Iain Murray

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Descripción 


Una característica invariable de la predicación genuina ha sido la seguridad de que la proclamación del evangelio, es el medio divinamente ordenado para la convicción y conversión de los pecadores. "Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación" (1Cor.1:21) y como consecuencia de este convencimiento los evangélicos nunca se han contentado con predicar la Palabra sin que vean cambios en los creyentes. 

El que tiene una idea bíblica del púlpito y del evangelio deseará predicar como Richard Baxter ‘como un mensajero de otro mundo’, o como McCheyne quien, como dijo uno de sus oyentes, ‘predicaba como si se estuviera casi muriendo por convertirse’.


Siempre que la predicación haya dejado de exigir una respuesta individual y siempre que los oyentes se quedan con la impresión de que no hay un mandato divino que exija su arrepentimiento y fe, el cristianismo genuino se ha marchitado. La presentación del cristianismo como una serie de hechos, sin ningún intento de aplicar dichos hechos a la conciencia, y sin una invitación a confiar en Jesús como Salvador poderoso, está lejos de ser una predicación apostólica. 

Cuando dos predicadores evangélicos londinenses de tiempos pasados, Matthew Wilks and John Hyatt, se estaban despidiendo en el lecho de muerte de Hyatt, Wilks preguntó, 'Bueno, John, ¿podrías confiar ahora tu alma en las manos de Jesucristo?' 'Sí,' fue la respuesta ferviente, '¡un millón! ¡un millón de almas!' Esta es la persuasión que es esencial en la predicación del evangelio.


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