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Descripción
En mi experiencia pastoral pronto descubrí que estaba fracasando en mi intento de ayudar a dos grupos de personas en el curso regular del ministerio de la iglesia. Sus problemas no se resolvían por medio de la predicación de la Palabra, la entrega a Cristo, el ser lleno por el Espíritu, la oración ni los sacramentos, en ese momento me di cuenta que necesitaban una Curación para los Traumas Emocionales.
Vi que un grupo era empujado a la futilidad y la falta de confianza en el poder de Dios. Si bien oraban desesperadamente, sus oraciones sobre problemas per- sonales parecía que no eran contestadas. Se sometían a toda clase de disciplina cristiana, pero sin resultado. Cuando ponían el viejo disco de sus derrotas anterio- res, la aguja se quedaba atascada en pautas emocio- nales repetitivas. A medida que persistían observando los deberes de la oración, cumpliendo y profesando, se iban hundiendo más y más profundamente en la desi- lusión e incluso en el abatimiento.
Vi a otro grupo que progresaba, pero sobre un mundo falso, irreal. Éstos reprimían sus sentimientos interiores y se decían a sí mismos que no había nada que fuera mal, que todo iba bien, porque «los cristianos no pueden tener estos problemas». En vez de hacer frente a sus problemas, los embadurnaban con un barniz de versículos de la Escritura, términos teológicos y lugares comunes banales.
Los problemas que ellos negaban pasaban a un plano inferior, desaparecían de la vista, hundiéndose, pero más tarde volvían a aparecer en la forma de dolencias, excentricidades, matrimonios horriblemente desgraciados y, algunas veces, incluso con graves daños emocionales para sus hijos.
Durante este período de descubrimiento, Dios me mostró que los métodos y avenidas del ministerio corriente nunca iban a resolver o mejorar estos problemas. y Él empezó a capacitarme para abrir mi propio corazón a un autodescubrimiento personal, y a nuevas profundidades de amor curativo en mi propio matrimonio, mis hijos y mis amigos íntimos.
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Descripción
En mi experiencia pastoral pronto descubrí que estaba fracasando en mi intento de ayudar a dos grupos de personas en el curso regular del ministerio de la iglesia. Sus problemas no se resolvían por medio de la predicación de la Palabra, la entrega a Cristo, el ser lleno por el Espíritu, la oración ni los sacramentos, en ese momento me di cuenta que necesitaban una Curación para los Traumas Emocionales.
Vi que un grupo era empujado a la futilidad y la falta de confianza en el poder de Dios. Si bien oraban desesperadamente, sus oraciones sobre problemas per- sonales parecía que no eran contestadas. Se sometían a toda clase de disciplina cristiana, pero sin resultado. Cuando ponían el viejo disco de sus derrotas anterio- res, la aguja se quedaba atascada en pautas emocio- nales repetitivas. A medida que persistían observando los deberes de la oración, cumpliendo y profesando, se iban hundiendo más y más profundamente en la desi- lusión e incluso en el abatimiento.
Vi a otro grupo que progresaba, pero sobre un mundo falso, irreal. Éstos reprimían sus sentimientos interiores y se decían a sí mismos que no había nada que fuera mal, que todo iba bien, porque «los cristianos no pueden tener estos problemas». En vez de hacer frente a sus problemas, los embadurnaban con un barniz de versículos de la Escritura, términos teológicos y lugares comunes banales.
Los problemas que ellos negaban pasaban a un plano inferior, desaparecían de la vista, hundiéndose, pero más tarde volvían a aparecer en la forma de dolencias, excentricidades, matrimonios horriblemente desgraciados y, algunas veces, incluso con graves daños emocionales para sus hijos.
Durante este período de descubrimiento, Dios me mostró que los métodos y avenidas del ministerio corriente nunca iban a resolver o mejorar estos problemas. y Él empezó a capacitarme para abrir mi propio corazón a un autodescubrimiento personal, y a nuevas profundidades de amor curativo en mi propio matrimonio, mis hijos y mis amigos íntimos.
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